jueves, 14 de agosto de 2008

REFLEXIONES TESTAMENTARIAS DE UNA ROJA GRANDE DE ESPAÑA... YA MUERTA.

I. Guerras, crisis y demás catástrofes, ajenas a los elementos, son consecuencia de la estupidez humana. Terminada la "Guerra Fría, el poder cayó en manos de una mediocridad que tiene por valor el dinero. Y por instrumento de la economía, al hombre del común. Fanáticamente vanidosos, incapaces de razón, un sector de la especie que sólo entiende de fuerza. Si acceden al poder, se emborrachan. Quieren sentirlo y reprimen a la inteligencia, porque temen a la palabra. A la vida, porque matan. Matar les hace sentirse grandes. Y si no tienen, se lo inventan. Matan a ciegas. Indiscriminadamente. Y nadie se atreve a decirles que dejen de hacerlo, porque les temen. Así entramos en una "guerra caliente". Intermitente pero constante, periférica para los que no están en el epicentro, la genera la prepotencia obtusa de los unos. Una prepotencia que genera odio fanático. El odio de la desesperación, efecto de la impotencia. Un día el fuerte dejará de serlo. Es inevitable. Entonces lamentará haber creado la medicina que, a su vez, le tocará padecer.

II. La ambición de poder y de consumo destruye el sentido común, impide aplicar la lógica y fomenta la estupidez criminal. Su antídoto es la cultura.

III. Los conocimientos de carácter técnico son una forma de saber, pero no tienen relación con esa cultura que permite analizar, global o parcialmente, a la sociedad ni las causas o motivaciones del comportamiento de sus individuos. Las costumbres y tradiciones heredadas, que se llaman cultura, son un reflejo de las formas que conformaron a la sociedad, pero conocerlas o poseerlas, no nos aporta capacidad de análisis ni desarrolla nuestro criterio.

IV. Cultura es la información que nos permite conocer nuestra sociedad, descubrir sus errores y aciertos y establecer juicios utilizando nuestra razón. Cultura es la capacidad de aplicar la lógica y el sentido común a la vida diaria. Se adquiere conociendo lo que pensaron, crearon e hicieron los hombres del pasado. Lo que piensan, crean y hacen nuestros coetáneos. Esta cultura no es coto cerrado de especialistas. Todos debieran poseerla, en la medida de sus posibilidades, cualquiera que fuese su profesión o actividad. De la más humilde a la más cotizada.

V. No todos tenemos igual capacidad de captación ni de razonar lógicamente, pero todos poseemos sentido común, estamos en situación de aprender y mejorar en la medida de nuestras posibilidades.

VI. Saber lo que ocurrió a nuestros pasados, nos ayudará a comprender la situación presente. A intuir sus efectos a corto y hasta largo plazo. Porque las situaciones no se reproducen exactas, pero sí similares. Esta es una de las razones por la cual es importante conocer nuestra historia, que es la del universo.

VII. Pero si lo que aprendemos por historia es falso, nuestras conclusiones serán irremediablemente falsas. Y nuestro juicio erróneo. Aplicado a la práctica, no provocará el efecto que perseguimos, sino el contrario.

VIII. Por ello es necesario que nuestro análisis de la historia, para servirnos de guía en el presente, se base en información veraz, acercándose cuanto sea posible a lo que realmente ocurrió. No sólo en el cómo. Para no perdernos en medias verdades, que fácilmente se convierten en mentiras, hemos de averiguar el por qué y para qué‚ contemplando el hecho inmerso en su contexto.

IX. Acostumbrados a identificarnos con nuestros pasados, caemos en el vicio de hacer nuestros sus éxitos y fracasos. Es un error, tan grave como el que comente el poder, transformando la historia según conviene a su presente. La falsa historia confunde, haciéndonos regresar intelectualmente.

X. Producto del pasado, pero no responsables de lo que sucedió; dueños de medios técnicos, que no sabemos utilizar ni aprovechar, estamos más cerca de destruir la vida que de favorecer el desarrollo intelectual del hombre.

XI. De evolucionar positivamente, no podrá ser víctima ni portador de avaricia, envidia o deshonestidad. Podremos considerar al hombre racional completo, cuando observe un comportamiento ético, sin esperar premio ni temer castigo. El hombre inteligente y libre, es aquel que sabe distinguir el bien del mal, sin necesidad de código ni normas dictadas; de juzgar la calidad del acto por sus efectos, a corto y largo plazo.

XII. Evidente que una sociedad en que la mayoría alcance este grado de evolución, ha de ser más habitable que la actual, hemos de intentar conseguirla.

XIII. Pero esta evolución es imposible en la ignorancia. Genera estupidez, que cristaliza en egoísmo.

XIV. En consecuencia, se ha de procurar difundir esa la cultura que tiene por base el conocimiento de la verdad, sin cortapisas. Y del mayor número de verdades posible.

XV. A la verdad no se puede acceder sin rigor en el análisis, libertad de información, libertad de expresión, derecho a equivocarse, capacidad para rectificar, escapando al error propio. Y para asumir la crítica, aun negativa y errada.

XVI. Porque la historia se refleja en esa documentación, que no se escribió para la historia, he procurado conservar el archivo de Medina Sidonia, como quisiera conservar todos los del mundo. Porque el hombre no puede evolucionar positivamente y asumir lo nuevo, partiendo del vacío. Para alcanzar lo que otros no lograron, ha de asentarse en un conocimiento sólido del pasado. El presente es la suma de cuanto pensaron, hicieron, encontraron y desearon generaciones sucesivas, de sus‚ éxitos y de sus frustraciones. Y no es otra cosa el hombre.

XVII. Si le privamos de su tradición, que es la memoria colectiva, quedaremos condenados a girar en el tiempo. Descubriendo lo que otros encontraron, tropezaremos en los mismos obstáculos. Conservar el ambiente, a más de la noticia del pasado, ayuda a comprender por qué en determinadas situaciones, pensamos de diferente manera. Y a saber que el hombre pudo sobrevivir, sin detrimento para su persona, en diferente medio. Ésta es la razón que me ha llevado a conservar el palacio de Medina Sidonia. Y a recrearlo como fue, en la medida de mis fuerzas.

XVIII. Conservarlo para mí hubiese carecido de sentido. Supe desde que lo heredé, que me daría bastantes más disgustos que satisfacciones. Pero me compensa la idea de que servirá a los demás, como centro difusor de esa cultura, que nos enseña a no ser engañados ni engañar; a perder el miedo a la verdad, en el pasado y el presente. La Fundación Casa de Medina se creó por un sueño: que un día el comportamiento ético se haga ley, libremente asumida. Ya sé que seremos pocos, aunque más de lo que algunos desean. Sinceramente creo que a la humanidad, si pretende sobrevivir, no le queda otro camino.

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